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De Caniles a Baza en los “Simones” y luego andando todos los Alamillos arriba hasta llegar a la estación de tren, donde nos juntabamos todos los que íbamos a la uva al sur de Francia, a Lot et Garonne o cualquier otra zona, en un ambiente bueno, de camaradería, a pesar de que el viaje que emprendíamos no es que fuese de placer, sino obligados por la necesidad. Hoy hay crisis, en los años sesenta aquí se pasaba hambre ¡que corta llega a ser la memoria! El caso es que acometìamos el viaje ¡no de horas, sino de días! con ilusión. El tren, ese compañero, con incomodidades es cierto, que nos llevaba hasta una posible vida mejor. Y luego, tras meses de privaciones y de condiciones de trabajo que para nosotros quedan, la vuelta a casa también en el mismo tren. Poco puedo explicar la sensación de alegría al ir viendo el Jabalcón y la llegada a la estación de Baza. Enseguida a casa, por fin a recuperar la vida aparcada. Esa sensación de alegría es la que me queda del tren, de mis muchos viajes en él y de lo que representó a generaciones de aquí. Sigo sin comprender que lo quitaran y que no se hiciera nada por mantenerlo,no hubo el coraje si es bien sabido que el tren por donde va lleva el progreso de los pueblos. No tuve más remedio que buscarme la vida en Tarragona, desde donde sigo volviendo, aunque no en tren, porque no lo hay. De modo que volver no es lo mismo.